Educar en consecuencia

Educar en consecuencia

La gestión del comportamiento de los hijos es uno de los asuntos que más debate suscita entre los padres, y es que en materia de educación la variabilidad es inmensa.

Algunos padres consideran que los métodos tradicionales que se basaban en el castigo para evitar que los niños se comporten de manera inadecuada son los que resultan más útiles, otros por el contrario piensan que a los hijos no se les debe poner límites puesto que coartamos su libertad para desarrollarse.

Si nos fijamos en los estudios más recientes, estos señalan que lo más recomendable sería poner en práctica una perspectiva educativa más moderada que esté centrada en educar en positivo, es decir que ensalce el refuerzo positivo de las buenas acciones de nuestros hijos, el establecimiento de límites razonables y la experimentación del niño de las consecuencias de sus propios actos.

En este artículo vamos a realizar una primera aproximación de cómo educar en consecuencias y de la importancia de poner en práctica esta forma de educar.

Educar en consecuencias supone respetar y mantenernos en un segundo plano en la asociación que los niños crean entre el comportamiento que hacen y el refuerzo o castigo que le sigue. Es decir, las consecuencias que tiene sus actos actuarían de refuerzos y castigos por sí mismas, no siendo necesario que los padres tengan que aplicar los duros castigos de antaño de los que hoy se sabe que aportan más perjuicios que beneficios.

Podemos distinguir dos tipos de consecuencias, las consecuencias naturales y las consecuencias lógicas.

Por un lado, las consecuencias naturales son aquellas que para que los niños las experimenten no necesitan la intervención previa de un adulto, algunos ejemplos serían: si no te comes tu plato de comida, pasarás hambre durante toda la tarde; si no echas tu ropa sucia al cesto, no tendrás que ponerte; si no estudias para el examen, suspenderás. Por otro lado, las consecuencias naturales son aquellas que tienen que estar previamente establecidas entre los padres y los hijos para que sepan de antemano que repercusión tendrá cierta conducta, por ejemplo: si no cumples con tu hora de llegada y vienes tarde a casa, el próximo día que salgas tendrás que restarle el tiempo que hayas excedido hoy; si rompes el mobiliario de casa, tendrás que pagarlo de tu dinero o ahorrar para ello o si terminas los deberes a tiempo, podrás dedicar un ratito a ver tus dibujos preferidos.

Como podemos ver en las situaciones de ejemplo anteriores, son las propias consecuencias las que van a actuar de refuerzo o castigo y, por consiguiente, harán que nuestro hijo repita la conducta o la evite hacer en futuras ocasiones. En las primeras consecuencias naturales no es necesario que hagamos nada para que surtan su efecto, sin embargo, en las consecuencias lógicas sí tendremos que sentarnos con nuestros hijos a establecer unos límites o normas junto con las consecuencias que les seguirá, de esta forma, los hijos sabrán de antemano lo que ocurrirá si se comportan de una manera determinada.

Conocer “las reglas del juego” sin duda hará que se comporten mejor evitando la indefensión y la frustración que provocaban los castigos tradicionales.

Para más información no duden en ponerse en contacto con nuestro centro.

María del Mar Blanca Cortés. Psicóloga infantil y juvenil.
Para cualquier información o duda a este respecto, no dude en consultarme a través de mi web.

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